SEGURIDAD ESCOLAR
Gerardo de Lago Acosta
2. ¿Cómo han cambiado los programas de seguridad escolar como resultado de los incidentes que hemos vivido en
los últimos años y como ha sido su implementación en los países latinoamericanos?
Las experiencias vividas en centros educativos alrededor del mundo tales como: aumento de la drogadicción, tiroteos
entre bandas o realizados por alumnos que fueron abusados por largo tiempo, incendios donde no hubo un plan de
emergencia claro y efectivo, pequeños que fueron víctimas de abusos sexuales por aquellos adultos que debían
"protegerlos", incluso padres de familia molestos que han herido seriamente a alumnos o incluso asesinado a maestros,
nos han llevado a repensar los sistemas y procesos de seguridad implementados y a cuestionar la manera en como
protegemos a la población estudiantil.
El resultado muestra que no podemos pensar en que la escuela es un lugar "blindado" que significa una burbuja
impenetrable de protección para el alumno, esto nos ha llevado a redefinir los sistemas de seguridad en dos grandes
grupos, aquellos que se enfocan en las amenazas que provienen del exterior del plantel y aquellas que se generan
dentro del mismo, como parte de la interacción diaria de la comunidad educativa.
Por desgracia durante mucho tiempo dejamos la decisión de los estándares de seguridad escolar a las autoridades
educativas de cada plantel, las cuales no contaban con la instrucción necesaria para establecer los programas
adecuados o en muchos casos, su costo provocó que no lograran un nivel alto de prioridad.
Hoy en día los programas de seguridad consideran estrictos sistemas de control de acceso, revisión continua de las
pertenencias de los alumnos para detectar elementos nocivos (armas de fuego, punzocortantes, pornografía, droga),
sistemas de vigilancia electrónica (CCTV), supervisión policial de los alrededores, monitoreo remoto de los sistemas
de transporte del alumnado y, en algunos casos más avanzados, programas proactivos de disuasión de adicciones que
incluyen la participación de los alumnos en pruebas "antidoping" y el uso de canes entrenados para la detección de
narcóticos y armas.
A pesar de la aceptación de la necesidad de este tipo de programas, su implementación en muchos planteles ha sido
lenta (y en algunos casos nula) debido a varios factores, siendo el primero, pero no el más importante el tema de
los presupuestos que no incluían a la seguridad de manera formal; no obstante, aun en aquellos planteles donde el
presupuesto existe o puede manejarse, la principal barrera es la idiosincrasia y la falta de conocimiento de las
autoridades educativas y en algunos casos incluso de los padres de familia.
El temor a hablar abiertamente de temas como la droga, el sexo precoz o la existencia de acoso o "bullying" en los
planteles, lleva a las autoridades a preferir voltear la cara y no enfrentar el tema por miedo a la opinión de los
padres de familia, la comunidad de escuelas o incluso el mismo alumno.
Hasta hace muy poco veíamos con demasiada frecuencia, que las buenas intenciones de que la situación se iba a mejorar
"sola" era la estrategia de muchos directores de plantel, de que si "no sucedía adentro" no era problema de ellos. Hoy
¡ESO NO RESULTA SUFICIENTE!, necesitamos un trabajo en equipo entre autoridades y padres de familia para
tomar el tema de frente por el bien de los alumnos.
La última pieza de este rompecabezas es la apatía social derivada de los insultantes niveles de impunidad y la
corrupción policiaca, donde encontramos a víctimas y sus familiares que no desean denunciar al vendedor de droga, al
asaltante o al acosador porque "no pasa nada", y si no estimulamos el desarrollo de la cultura de denuncia y de
cohesión social en contra de estas amenazas, no podemos esperar un ambiente sano y seguro para nuestros niños.