PREVENCIÓN DE FRAUDES
Carlos Ramírez Acosta
El modelo de análisis más conocido y práctico para entender la problemática del fraude que, no obstante haberse creado a
finales de 1940 por un destacado sociólogo y criminólogo norteamericano de nombre Donald R. Cressey (creador
también del concepto "crimen organizado"), además de estar vigente se ha ido adaptando y evolucionado respecto
de las tecnologías de la información y las comunicaciones del siglo XXI, es un modelo denominado "Triángulo del Fraude",
cuyos lados del mismo identifican tres elementos básicos: necesidad o motivo, oportunidad y racionalización.
4. ¿Qué significan en realidad los tres elementos básicos del triángulo del fraude y de qué manera su entendimiento
puede ayudar a enfrentar y contrarrestar la incidencia de estas conductas que padecen las organizaciones?
Tomando en cuenta que los ilícitos de fraude son delitos de oportunidad (bien dice el refrán "la ocasión hace al
ladrón"), en su origen y a la fecha se determinó que toda conducta relacionada con esquemas fraudulentos, cuyos
aspectos intrínsecos son el engaño y el aprovechamiento de errores, presentan esencialmente, como elementos de análisis,
los tres que se indican a continuación:
Necesidad o motivo: situaciones que enfrentan las personas que les provocan presión, típicamente de
naturaleza económica o financiera, y que las orillan a cometer ilícitos. Ejemplo: metas muy ambiciosas, problemas de
dinero por deudas excesivas y/o problemas de adicciones. En sí misma, la carencia de dinero que eventualmente cualquier
persona puede experimentar, o la pobreza, no es una causa de la delincuencia, pues si así fuera, el efecto sería que todos
los pobres resultarían delincuentes, cosa no cierta, pues existen personas que poseen riquezas materiales y pueden ser
también criminales. Más bien, en conductas fraudulentas se trata la mayor parte de las veces de avaricia y codicia donde
el elemento necesidad es una condición más imaginaria que real convirtiéndose en un factor causal de naturaleza
criminógena.